Los carritos ambulantes de Colombia: parasoles que cobijan historias

Los carritos ambulantes de Colombia: parasoles que cobijan historias

De la recursividad a la resistencia. Los carritos ambulantes de Colombia trazan los caminos arrieros y transformadores de la historia económica de todo el país

Cada día en las ciudades y pueblos de Colombia vemos empujar a alguna persona un carrito con chucherías[1]. Aunque la mayoría llevan los antojos y necesidades de las medias nueves, muchos transportan frutas y verduras; otros cargan abarrotes y víveres para el hogar. Podría decirse que en los carritos ambulantes de Colombia se mueve la economía del país. También podría decirse que es uno de los primeros mercados con el que tenemos contacto directo. Recuerdo los parasoles de colores que cubrían las carretillas que cargaban todos los pecados alimenticios afuera de mi escuela primaria. Ese sello colombiano colorido que transporta el sustento de muchas familias ha acompañado la historia de nuestra nación, les contamos la tradición de esas ruedas. 

Historia de los carritos ambulantes

Rastrear la historia de una economía nómada es buscar una aguja en un pajar. Todo lo que se diga suena a embuste porque la información que hay sobre ella es tan resbaladiza como espuma de jabón Rey. En esa pista de jabón de la tradición del rebusque encontramos un rastro de los vendedores ambulantes colombianos

Resulta que el alboroto del 20 de julio de 1810 por el florero de José González Llorente fue una pelotera[2] premeditada. Fue un viernes, por entonces día de mercado en la Plaza Mayor, ahora Plaza de Bolívar de Bogotá. Entre comerciantes y compradores que iban a conseguir lo del bitute había una multitud en una ciudad que alojaba menos de 30.000 habitantes. Así que el voz a voz de la briga entre Antonio Morales y Llorente corrió rapidito.

Quienes planearon la revuelta sabían que era el mejor día para hacerlo porque el chisme iba a rodar como en las redes sociales de hoy. Fue efectivo. Lo que no está escrito oficialmente es la importancia de los placeros en la gesta independentista. Para ese momento la plaza funcionaba como un punto de encuentro. Los comerciantes: vendedores ambulantes, llevaban su mercancía el día de venta, pero no había puestos asignados. Cargaban bultos en mulas y canastillas del campo a la ciudad en formación.

Con el tiempo, fue necesario agrupar a las ventas ambulantes que se posicionaron en la plaza en un lugar propio. El centro de Bogotá, semilla de tanta historia colombiana, vio nacer su primera plaza de mercado un siglo más tarde.  La Plaza Distrital de Mercado de Las Cruces cobijó muchos de los carritos ambulantes de Colombia que se paseaban por el centro de la capital. Aun así, la tradición sigue sobre ruedas hasta nuestros días.

 

El rebusque de los carritos ambulantes de Colombia

Dicen que para el algo exista necesita ser nombrado. Al vacío en las garantías de trabajo digno en nuestro país se le ha denominado la economía informal en Colombia. O sea, trabajos que no cumplen con los requisitos legales para el pago de impuestos, sin protección social ni prestaciones laborales. En mayo de 2025, el 55,9% de trabajos en Colombia se encontraban en la informalidad. Los carritos ambulantes, pioneros y protagonistas de este sector económico, además de enfrentar la selva de cemento han tenido que vérsela con talanqueras legislativas. En 2016 el Congreso de Colombia aprobó un código de policía que, entre otras, daba vía libre a desmontar las ventas ambulantes.

A pesar de que los carritos ambulantes son parte esencial de la cultura popular colombiana, fue la falta de garantías laborales la que impulsó su crecimiento. Quienes salen a empujar las ruedas y a buscarse el diario le han plantado la cara al desempleo. La berraquera que ha estampado el emprendimiento colombiano va en todo lo que se lleva en la carreta ambulante. La creatividad y la capacidad inventiva de lxs comerciantes ha llevado a montar una chaza[3] sobre un coche de bebé. Pues claro, las chazas están pensadas para locaciones más temporales: conciertos, universidades, bares. No es sencillo trastear mucha cosa en lugares de movimiento agitado donde el foco del público no es ir de compras. Y como para todo hay taxonomía, los carritos ambulantes nos escapan a sistemas de clasificación.

 

Carritos tradicionales colombianos

La chaza puede tener su variedad en coches de bebés o en lo que parecen muebles de boticarios con el remedio para cada necesidad. También las hay como catálogos de bibliotecas en los que se encuentra desde cigarrillos hasta termo de tinto y perico. Después, en puestos más estables, están los carritos de comida callejera. Ya sabemos dónde está la oblea, la mazorca o la arepa rellena que nos gusta. El diseño de carritos callejeros en esta tipología es más esmerado para llamar a la clientela. Ejemplo de ellas son las legendarias Obleas Mick Jagger. Ganaron su nombre después de que el vocalista de los Rolling Stones comprara una oblea en el puesto en 2016. 

Un acompañante infaltable a los puestos de comida callejera son los butacos rimax, el ají para las empanadas y las salsas para los perros calientes. A medida que se va afianzando la clientela surgen otras cosas, como la instalación navideña que dura todo el año para iluminar con caché. También hay carritos que amenizan el ambiente con parlante de música. Puede que escuche champeta o vallenato si el Atlántico está cerca. Si huele a caña, tabaco y brea, va a escuchar más salsa. Carrangas en puestos de hormigas culonas, sabajones y bocadillos. O la W, Caracol radio o cualquier estación de noticias si llegó a la capital del país. Lo que sí es cierto es que en todos los puestos de comida callejera la ñapa es una petición obligatoria.

 

Carritos típicos de Bogotá y otras ciudades

El paraíso perdido de las frutas ha encontrado su transporte predilecto en los carritos ambulantes de Colombia. En el litoral del Caribe se acostumbra ver carretas de coco y mango biche con sal y limón. Por las playas de Cartagena la mercancía tiene diferentes transportes. La figura más destacable de la venta ambulante de esa ciudad y de todo el país son las palenqueras. Descendientes directas del pueblo que libró las primeras batallas emancipadoras del país. La palangana de frutas y cocadas que cargan sobre sus cabezas lleva también la historia de Benkos Biohó[4] y del Palenque de San Basilio. El territorio de resistencia y libertad que fue trazado con trenzas en el cabello de las primeras mujeres africanas que huyeron de la esclavitud.  

Del lado bogotano, un identificable de los vendedores es el canguro o la banana terciada para dar las vueltas. Las frutas que se encuentran en los carritos de medias nueves son vasitos con un mix de banano, papaya, mango y piña. También se encuentran

vasitos con trozos de una sola fruta o el mix con granola y yogur. Los domingos y festivos de ciclovía consigue salpicones y jugo de naranja fresquito en los carritos que acompañan toda la ruta deportiva. Eso sí, todos los días en cada municipio del país se reúnen las carretas con parasoles fuera de las plazas de mercado. En ellas puede conseguir los remates de frutas y verduras para preparar el plato típico del que esté antojado. 


Las anécdotas de carritos ambulantes

Ahora que sabemos el legado que cargan los carritos ambulantes, es consecuente que Bogotá Chirriada tenga como bandera la visibilidad de ellos. La economía informal y sus mayores accionistas: los vendedores ambulantes, llevan a cuestas las transformaciones socioeconómicas de nuestro territorio. Puede tirar la primera piedra quien no haya comprado en una carreta en la calle. Desde la infancia esperábamos el timbre de salida de la escuela para ir a comprar arrancamuelas, raspados o algodones de azúcar de los carritos.      

El hábito hace que la autenticidad pase desapercibida. Cuando nos acostumbramos a nosotros mismos, a ver nuestras raíces a diario, podemos pasar por alto aquello que nos hace únicos. Los carritos ambulantes de Colombia cargan todos los productos de los que nos antojamos cuando estamos lejos de nuestra tierra. Llevan el sabor colombiano empujado diariamente con el tesón de las dificultades. Se han encargado de estar presente en eventos decisivos de la historia del país. Han acompañado bajo la lluvia y el sol los estallidos de inconformidad, así como la euforia de celebraciones deportivas y musicales. Son los testigos directos de la voz pública del país, y cuidan con esmero el bolsillo de quienes se refugian en ellos para subsistir.

 


 

[1] Golosinas, dulces, mecato.

[2] Pelea, agarrada o zafarrancho

[3] Caja móvil para venta de chucherías.

[4] Líder de la rebelión de esclavos cimarrones en el Nuevo Reino de Granada.

 

 

Escritora: Laura Campo

 

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