Un día despertamos y trazamos las líneas de nuestra ciudad. El mapa de Bogotá nos recuerda el asombro constante de recorrerla y encontrar su reinvención inacabable
De cuando en cuando los pies comienzan a andar sin notar que saben su rumbo. Nos acostumbramos a caminar hacia adelante y con destino a los mismos lugares sin inquietarnos porque algún día desconocimos esa ruta. Puede que tampoco nos preguntemos a menudo quiénes han pisado esos caminos o, más allá, quiénes los construyeron para que podamos recorrerlos sin tropiezos. Y aunque poco las consultemos cuando ya sabemos el trayecto, las hojas de rutas son esenciales para nuestra supervivencia. Como cuando viajamos y no dejamos de ver el mapa (físico o virtual) por temor a perdernos. Mejor aún si es el mapa de Bogotá, para recorrer cada rinconcito de esta inmensidad en la que encontramos hasta lo que no estamos buscando.
En los años mil seiscientos… o antesitos
La historia de Bogotá cuenta que, desde sus primeros pobladores: los muiscas, hubo trazos de caminos en el altiplano. Es más, cuentan que el arraigo por la tierra viene de ellos, grandes agricultores que se interesaron por construir caseríos pequeños con bohíos [1]. Su territorio se extendía desde el macizo del Sumapaz hasta el nevado del Güicán, en más de 25 000 km2. Así que cuando Gonzalo Jiménez de Quesada asomó su nariz avara en 1537, se encontró con población a partir de Chía. Por esa razón decidió dividir su tropa entre el occidente de Bacatá y el oriente, rumbo a Teusaquillo.
Aunque no existe acta de fundación de la ciudad, se ha aceptado el 6 de agosto de 1538 como fecha conmemorativa del cumpleaños de Bogotá. Un día simbólico para el asentamiento español en tierras muiscas. De tal manera, inició la versión ibérica de la ciudad en el Chorro de Quevedo. Durante el siglo XVI se realizó su demarcación territorial, que tuvo como eje la construcción de tres plazas. La plaza mayor (de Bolívar) concentró a la Iglesia católica, al gobierno, la cárcel y las oficinas administrativas. La plaza de las yerbas (parque Santander) era el eje del sector residencial y de las órdenes religiosas de San Francisco y Santo Domingo. Finalmente, la plaza de San Victorino era el lugar de los viajeros y el límite de la ciudad hacia el occidente.
Primeros trazos del mapa de Bogotá
Esos primeros trazados diseñaron la ciudad en forma de cuadrícula con la medida de 100 metros por cada cuadra. Al tiempo, aprovecharon para dejar una que otra plaquita para identificar las calles, porque el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre [2]. No obstante la mayoría llevaban nombres de santos, quedan vestigios de calles, como la de la fatiga en la empinada calle 10. Igualmente, delimitaron la frontera norte en el río Vicachá (San Francisco) y al sur en el río Manzanares (San Agustín). Aun así, esos bordes tuvieron expansiones rápidamente a lo largo del siglo XVII. Sin embargo, fue hasta 1791 cuando el ingeniero Domingo Esquiaqui diseñó el primer mapa. A partir de entonces se abrió la necesidad de dibujar la ciudad y comenzaron a conformarse los barrios tradicionales de Bogotá que llegan a la actualidad.
El paisaje colonial de los primeros barrios: La Candelaria, La Catedral, Las Nieves, Santa Bárbara y San Victorino dio paso a nuevos asentamientos. Al tiempo que sucedían los procesos independentistas, la capital comenzaba a ser el punto de encuentro de todos los lugares del país. Por esa razón el mapa de Bogotá se amplió a las que hoy conocemos como las localidades de Santa fe, San Cristóbal y Chapinero. No obstante, las 20 localidades que conforman la geografía de Bogotá como las conocemos en nuestros días fueron reconocidas hasta la Constitución de 1991. Es reciente para un territorio creciente desde su concepción, si bien se explica en que las actuales localidades hacían parte del área metropolitana. Así, en 1954 los municipios Engativá, Fontibón, Suba, Usme, Usaquén y Bosa se anexaron a la ciudad y pasaron a ser lugares emblemáticos de Bogotá.
Hitos de Bogotá
La plaza mayor, el eje principal de la ciudad, fue construida en 1539. Después de los procesos independentistas y con la estatua que la acompaña desde 1846, pasó a llamarse plaza de Bolívar. Fue proyectada para ser el núcleo de los poderes públicos, la Iglesia católica, la academia y, más adelante, el comercio. Ha sido un escenario multipropósito de mercado, recinto cultural y manifestación del pensamiento político. Además, todo aquello que es considerado originalmente rolo pervive en las cercanías a la plaza, como la gastronomía y los atuendos.
Por las calles empinadas que conectan a la plaza se llega a varios rumbos. Mi más querida es la calle 11 entre las carreras 9 y 3. Seis cuadras de auténtica cachaquería que inician con las sombrererías para todos los gustos, para dar paso a los ajiacos y las onces santafereñas. A continuación, se llega a las ofertas culturales del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella y al Centro Cultural Gabriel García Márquez. Mientras tanto, es posible acompañar las obleas de los carritos ambulantes con un tinto en las cafeterías de la Candelaria. Eso para agarrar fuerza para la siguiente cuadra, que incluye la Casa de moneda, el Museo Botero y el Museo Miguel Ángel Urrutia. Por supuesto, la visita completa incluye una entrada a la maravillosa biblioteca Luis Ángel Arango y su Casa republicana, que siempre aloja alguna exposición. Con eso tenemos para divertirnos un día entero.
Turismo en Bogotá
Como toda ciudad, Bogotá no se limita a su centro —aunque recorrerlo con detalle pueda llevar meses—. Por la misma calle que les contaba, se llega al pulmón verde de la capital. Los cerros orientales conectan la ciudad de sur a norte, entrelazan las localidades de Sumapaz, Usme, San Cristóbal, Santa Fe, Chapinero y Usaquén. Uno de los planes más valiosos del mapa de Bogotá es el recorrido por sus senderos. Caminar por ellos es desligarse del cemento y darse horas de trocha. Los dos santuarios más insignes: Monserrate y Guadalupe custodian también los caminos vivos entre bosques y aves.
La postal de la capital comienza a expandirse en la calle 24 con carrera 7. El parque de la Independencia se encarga de conectar el Museo de Arte Moderno con el Planetario, en un tránsito de arte natural. Ese movimiento de representación viva da paso ahí mismito a la Plaza cultural La Santamaría, antigua plaza de toros, abierta ahora para disfrute de todxs. Unas cuadritas al norte está el Museo Nacional, y subiendo por el costado norte de él encontramos otro cordón de oferta gastronómica imperdible. Desde allí solo es caminar unos pasos al norte para llegar a la plaza de mercado de la Perseverancia, insignia de sabores bogotanos.
Le organizamos el plan rolo
En el orden de ideas que veníamos, sugeriré tres del sinnúmero de planes para darse un buen bote por las localidades de la capital. Si lo que nos trama son los planes culturales podemos buscar la Red de bibliotecas comunitarias, con actividades innovadoras a la orden del día. Igualmente, transitar el circuito de librerías de Teusaquillo es un imperdible. Y podemos finalizar el tour con un recorrido por la la Biblioteca Virgilio Barco, que tiene el plus de ser el puente con nuestro siguiente recomendado.
Si lo que buscamos es relajarnos y respirar, junto a la Virgilio se encuentran tres lugares emblemáticos bogotanos para disfrutar las horas sin prisa. El parque de los novios, el parque Simón Bolívar y el Jardín botánico ofrecen un paisaje idílico para desacelerar el ritmo. Asimismo, el parque Timiza, el parque el Chicó y los humedales Córdoba y La Conejera permiten airearse en distintos puntos del mapa de Bogotá.
Por último, mi tour predilecto por la cultura bogotana es el gastronómico. Se pueden visitar todos los rincones de la ciudad y encontrar tesoros desconocidos. Sin embargo, para ir a la fija lo mejor es visitar sus plazas de mercado. Y aquí es cuando todas destacan por diferentes motivos, y todas tienen su tumbao. En todo caso, va el top cinco de plazas de mercado infaltables para esta comensal. No se queden sin comer en las plazas de mercado de la Concordia, Restrepo, Siete de agosto, Paloquemao y 20 de julio.
Testigos vivos de la identidad bogotana
De las cosas más bellas que tiene la ciudad es la capacidad de resolver todos los males. La evolución urbana de Bogotá ha conseguido dar respuesta a todas las preguntas y agrupar por sectores esas soluciones. Así, tenemos La Alquería, un barrio dedicado a encontrar todo tipo de telas y tejidos. Si necesitamos impresiones, diseños y producción de artes gráficas vamos al Ricaurte. Existen sectores dedicados a la ebanistería, como el 12 de octubre, y a los instrumentos musicales, como parte del Santa Fe. En el 7 de agosto ofrecen reparación de vehículos y en el Restrepo, la confección en cuero.
La especificidad ha llegado a tal punto, que el Olaya es un barrio destinado a la venta de lechona. En el mismo sentido, la plaza del Samper Mendoza solo comercia yerbas aromáticas y medicinales. Bogotá es un microcosmos organizado caóticamente para todos los gustos y, también, para todas las dificultades.
Los mapas de los territorios suelen destacar versiones de una historia y esconder u opacar otras. Nombrar todos los espacios capitalinos y las curiosidades de Bogotá seguirá siendo el sueño de los pies que la transitamos. Entre tanto, las intenciones de repoblar nuestro habitáculo con ojos de asombro seguirán trazando las carreteras por las que nos gusta andar. Nos invitamos a que los besos, abrazos, las lágrimas y el pálpito diario de este corazón citadino rodee las calles con trazos de memoria. Que el mapa de nuestra ciudad esté latente en todos los pasos.
[1] Casas pequeñas de forma elíptica construidas en bahareque y techo de paja.
[2] Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
Escritora: Laura Campo